Nací hace 57 años en el seno de una familia muy humilde en dónde (como en la mayor parte de hogares de la época) lo más importante era sobrevivir. La responsabilidad consistía en el trabajo para cubrir las necesidades más básicas, única y exclusivamente.
Mis queridos padres pertenecen a esa época oscura de nuestra historia en la que tras una guerra el sufrimiento y la carencia, el hambre directamente, eran el día a día.
Una época que no está tan lejos ni el tiempo ni en la memoria; llena de sufrimiento y grandes carencias. Víctimas de una guerra entre hermanos, familias, pueblos y bandos, como todas las luchas, y que lamentablemente hoy se siguen viviendo no tan lejos de aquí. Ningún ser humano debería tener que vivir el horror de la guerra, ninguno. Poco hemos aprendido, y mucho nos queda por recorrer.
Y me pregunto yo ¿Qué hay dentro del ser humano que le hace seguir repitiendo dichas experiencias? EL MIEDO.
Una de las personas y casos primeros en mi andadura dentro de este camino está directamente relacionada con el miedo y quizás fue la que más me marcó, aunque todas las historias de vida dejan en mí una huella que jamás podré borrar.
Era un paciente varón muy joven que presentaba un cuadro de desequilibrio en el intestino grueso, diagnosticado según la medicina convencional como “colon irritable”.
La sintomatología principal se basaba en un desequilibrio en la funcionalidad del colon: pasaba de un fuerte estreñimiento los días que no salía de su casa a una aguda descomposición los días que estaba fuera.
Me explicó que debido a su problema, en una de las salidas con los amigos vivió una experiencia muy traumática que agudizó no sólo el padecimiento físico, sino también su inseguridad y por supuesto sus miedos. No quería salir a la calle, no se atrevía a nada en absoluto, y esto le iba consumiendo y empeorando, creando una rueda de la que difícilmente podía escapar.
Tras un estudio personal de este caso observé que el origen era la gran inseguridad que tenía y la obsesión de agradar a los demás. Esto le llevaba a obsesionarse con su cuerpo y en especial, con su rostro.
Empezamos a trabajar y después de varias consultas en las que combinamos diversas técnicas como la Reflexología Podal, Cromoterapia, Medicina Esogética. etc, el cuadro físico empezó a mejorar, y en la parte emocional y psicológica fue adquiriendo poco a poco mayor seguridad en sí mismo.
En una de las sesiones me comentó algo que le costaba asimilar y le resultaba incomprensible.
Me explicó que se había levantado por la noche y observado el reloj: eran las tres en punto de la madrugada (aquellos que sepáis algo de numerología sabréis que el 3 está relacionado entre otras cosas con la Sanación y con la Comunicación).
Cogió un lápiz y empezó a escribir sin ser consciente de lo que escribía.
Al finalizar y tras leer el escrito se quedó impresionado sin apenas poder comprender cómo su mente en esa especie de ensueño nocturno había sido capaz de mostrar la seguridad y conocimiento que durante el día le negaba.
Tras leer el escrito mi asombro no fue menor. Se basaba en el miedo y algo más, algo mucho más importante: EL ESPÍRITU.
En ese momento algo en mí despertó, el paciente se convirtió en mi maestro, el mensajero que traía un mensaje para despertar mi alma y llevarme a mi crecimiento personal y espiritual.
Os dejo el escrito para que lo podáis disfrutar y aprender.